domingo, 30 de mayo de 2010

El lenguaje del mono

¿No escuchas tu pensamiento, James? ¿Cómo es? ¿Líquido? ¿Cómo pudiste escribir el Ulises?¿Cómo lograste venderlo como fidedigna aproximación al flujo de conciencia?
¿Era ese flujo una simple representación aproximada de lo que es el interior? Siguiendo el cuestionario llegaríamos a la pregunta budista de quién es el que piensa; pero no es ese el objetivo de esta charla. Si buceamos en las sombras y escuchamos con atención, descubrimos que la catarata de ideas no existe, aunque es un desiderátum general. Nos perdemos en un cúmulo de ideas inconexas, inarticuladas. No es posible imitar los paisajes interiores. Además, la representación exacta de los mismos no llevaría a parte alguna. Cuando el hombre piensa sobre su propio pensamiento hace nacer un discurso más estructurado, retocado, recompuesto, redefinido, falseado, que en nada se parece al originario. En otras palabras, hace que nazca la literatura, la ficción. La ficción es el pensamiento cuando piensa sobre sí mismo. Lo que diferencia al sapiens de los demás animales es la capacidad para darse cuenta de que reflexiona. Es una consecuencia de la lógica instrumental, un efecto quizás no querido por la mutación que nos llevó a desarrollar la mente hacia la utilización de instrumentos. Del desarrollo de la mano surgieron las circunvalaciones encefálicas precisas, el software requerido para la aplicación. Esta nueva cualidad sirvió para superar el instinto y su fruto fue que la especie pudo adaptarse a cualquier lugar del planeta, contaminándolo, convirtiéndose en el tumor de la naturaleza. Pero junto con esta capacidad lógica, manual e instrumental, apareció la reflexión sobre el propio juicio. Pensar como un mono cazador armado es discurrir vías de acción para llegar a la presa, imaginar la reacción de esta, calcular las posibles anticipaciones a los movimientos del otro, buscar alternativas. El cerebro trabaja con representaciones mentales, imágenes, filmes que proyectamos en la imaginación para situarnos en un medio hostil. Estas representaciones quedan estampadas en la mente y nace así la memoria. No puede haber inteligencia lógica sin memoria. Pero esta es un saco sin fondo que llega a trocarse en lastre, un complemento que puede ser insoportable y que requiere tratamiento para que su peso no nos haga caer en la locura. De la misma forma que toda impresión nacida en el exterior genera una reacción corporal, las imágenes interiores producen reacciones somáticas. Los demás animales no sufren de locura porque sus cuerpos y sus mentes reaccionan frente a estímulos externos; nosotros, sin embargo, nos vemos arrastrados, además, por sensaciones e impresiones generadas por nuestro pensamiento. Las representaciones que han dejado huella en nosotros sobre los peligros, por ejemplo, pueblan nuestra mente de pesadillas y miedos, de tensiones y luchas contra fantasmas invisibles; sólo el animal que carece de una memoria práctica como la nuestra, desconoce el miedo. Necesitamos aplicar la capacidad lógica, instrumental, al pensamiento, ordenarlo, regularlo, porque es caótico y anárquico. Surge así el lenguaje.


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