domingo, 27 de marzo de 2011

Multicofradía del Sur de Cantabria y el Norte de Castilla. Gastronomía en el Nacimiento del Ebro

El nombre de la organización: «Cofradía Gastronómica del Nacimiento del Ebro». El ámbito en el que se mueve: las fuentes del viejo río que da nombre a Iberia, las tierras que lo circundan, las comarcas cántabras del Sur, las castellanas del Norte, la vieja Cantabria, en fin, a la que se refirieron los historiadores romanos, la cuna de España. Y, ya que hablo de romanos, voy a dividir el discurso en tres partes referentes a las personas, a las cosas y a las acciones, como buenos discípulos del jurisconsulto latino Gayo.

Andrés Alonso, un gastrónomo cántabro.

«Mañana, al salir el sol, parto hacia Valladolid para participar en la feria Alimentaria», me dijo el Jefe de la Sección de Promoción Turística, de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, don Andrés Alonso Díaz, funcionario encantado de su labor, rara ave un trabajador feliz, tan difícil de hallar como los tréboles de cuatro hojas bajo un chopo. 

Cofradía del Aguardiente de Orujo de Liébana, guardiana de la ambrosía de los dioses.

         Más en contacto con el cielo que el Olimpo, está el viejo Monte Vindio, las escarpadas rocas blancas que ven los marinos desde el mar Cantábrico en tiempo bonancible. En sus estribaciones, quizás para alimentar la voracidad de los dioses tutelares de nuestra tierra, que deben vivir en sus cumbres de nieve eterna, aparece una tierra privilegiada, un Sangrilá montañés donde, en lenguas de más de uno, estuvo el Paraíso Terrenal.

lunes, 7 de marzo de 2011

El "Jefe de Máquinas" del laboratorio gastronómico de Cantabria.

         «¿Sabes lo que es el trigo sarraceno?», me preguntó Benito Fernández Rodríguez-Arango en el bar de Remigio. «Pues es un producto que se da en la región japonesa de Nagano, con capital del mismo nombre, entre las comarcas de Saitama y Toyama, en la isla de Honsu, a unos quinientos kilómetros de Osaka, según se va, a mano derecha, por la retorcida carretera de Matsumoto».

domingo, 27 de febrero de 2011

El placer de comer, el placer de adelgazar y 2.

La iluminación sobre mi condición de gordo me llegó un día, a las dos y media de la tarde, cuando estaba en la cola de una panadería. 

domingo, 20 de febrero de 2011

El placer de comer, el placer de adelgazar.

Muchos leerán el encabezado de esta columna y pensarán que los articulistas del medio se han vuelto locos. ¿Puede afirmarse algo más contradictorio? ¿Puede sentir el comilón de provecho, el gordo irredento, el tripiador profesional algún placer en adelgazar? 

domingo, 13 de febrero de 2011

Javier Hernández de Sande y Prada. Gastrónomo en estado puro.

Acto primero.- Arnuero, Cantabria. Finales de los años sesenta, principios de los setenta del siglo pasado. Varios chavales acaban de dejar tiradas sus bicicletas bajo la cagiga. 

sábado, 5 de febrero de 2011

El matacío de LLoredo de Rudagüera.

Si llegas al alto de Quijas, bajas luego a Golbardo y sigues carretera adelante hallarás, querido lector, a mano derecha y tras poco más de un kilómetro, la desviación hacia LLoredo de Rudagüera. 

sábado, 29 de enero de 2011

"La Ruta del Vino", templo de Baco en Santander.

La Ruta del Vino es un establecimiento vetusto, pese a no pasar sus años de doce,  en la calle de La Arrabal, corazón del casco viejo santanderino.  Aconsejo al viajero que se sitúe al comienzo de esta, de espaldas a la de San José e imagine cómo podría ser la ciudad de no haberla arrasado el pavoroso incendio de 1941: un nudo de calles articuladas, estrechas, nutridas de establecimientos recoletos y entrañables, con sabor a añeja rusticidad. 

lunes, 24 de enero de 2011

Caracoles de Navidad. Plato de la Cantabria marinera.

Salimos a medir un “prau” donde unos constructores (de esos que no imaginaban que su mundo estallaría de repente) pretendían levantar una urbanización. El técnico topógrafo era soriano y todos llevábamos botas; yo las albarcas que siempre guardaba en el maletero. ¡Caramba! ¡Cuántos caracoles!, dije y  el soriano se paró en seco.

lunes, 3 de enero de 2011

Colón en la Residencia de la Acequia

Dos vejetes, de aspecto senatorial, conversan recostados en sus sillones de la sala de estar con vistas a una acequia oscura, pues sus posibles no les dan para una residencia de mejores panorámicas. Don Genaro había sido, antes de su actual existencia de trasto arrinconado, capitán de la Marina Mercante; don Claudio, revisor de tren y sigue usando la visera profesional,  cuyo coste le fue deducido por la empresa en la indemnización final por cuarenta años de servicios; sólo cuando viene a visitarlo su hija se la quita, para que no lo riña.