lunes, 2 de junio de 2014

REALISMO MÁGICO, LO REAL-MARAVILLOSO Y LA FANTASÍA REALISTA. ¿QUÉ GALIMATÍAS ES ESTE?

        Todo parece lo mismo, pero no lo es, salvo en que las tres corrientes coinciden en el concepto de realismo. Se trata de escuelas literarias adscritas a la madre genérica de la novela moderna: el realismo. Pero un realismo muy diferente al de Pereda; ¿se imaginan a alguien pasando sobre la calle Alta de Santander montado en una alfombra voladora, en un pasaje de Sotileza? No, este al que nos referimos es un realismo moderno, que nace a mediados del siglo pasado en Sudamérica las dos primeras tendencias (lo real maravilloso y el realismo mágico) y en Galicia la tercera (la fantasía realista). Hablemos de autores para mejor entendernos.

          Lo real-maravilloso es un invento del cubano Alejo Carpentier, influido por el surrealismo francés, pues el hombre se formó en París, en contacto con las vanguardias. Esta escuela es, ni más ni menos que el surrealismo traspasado al Caribe. A diferencia de Europa, en América la incursión de lo maravilloso en lo real es parte del paisaje cotidiano, según Alejo. La obra que más define este estilo es El reino de este mundo. En ella, el narrador cuenta la historia y describe también las ceremonias vudú, que son parte integrante de la experiencia de los negros ahitianos (recuerden que la novela trata de la primera y última revolución exitosa de esclavos, que tuvo lugar en la colonia francesa de Saint Domingue). Cuando el líder rebelde Mackandal era perseguido, se convertía en animal para escapar de sus perseguidores; el día en que lo iban a ejecutar todos los negros esperaban que se escapara de la hoguera convertido en insecto; tal maravilla no llegó a suceder, pero sí se liberó el reo de las ataduras y se arrojó sobre sus seguidores, que habían sido obligados a ver el espectáculo; este hecho fue interpretado por estos como que se transformó en sombra, sin que llegasen a darse cuenta de que entre diez soldados lo devolvieron al patíbulo, donde efectivamente murió. En la misma novela, cuando el líder que le siguió en la Revolución, Boukman, otro sacerdote vudú, convoca a todos los negros para que maten a los blancos, sin excepción, se hace en una ceremonia delirante. Esta religión y sus ritos fantásticos campea a su aire por la novela porque la experiencia social de la misma estaba en la mente de los protagonistas absolutos: los negros. Si se elimina lo maravilloso se eliminaría la novela, pues es parte integrante de la trama. Lo real domina el relato ya que, no lo olvidemos, estamos ante obras realistas, pero en ellas se producen cada cierto tiempo inesperadas alteraciones de la lógica; irrumpe en esta lo maravilloso imprescindible.
        En el realismo mágico, lo extraordinario no es absolutamente necesario para la trama. Claro, que las obras de García Márquez quedarían muy sosas sin este elemento, pero no es necesario en sentido absoluto. Unos señores están conversando, por ejemplo, y una niña con capacidades telequinésicas (La casa de los espíritus de Isabel Allende) hace que se eleve un tenedor de la mesa donde todos comen; la madre la reprende con algo así como: ¡niña, deja de hacer tonterías!; alcanza el tenedor, lo devuelve a su sitio y se sigue hablando como si nada hubiese acontecido. Se podría decir que estas intromisiones de lo fantástico en lo real son meras ambientaciones.
         En la fantasía realista gallega los factores se invierten. Digo que es una corriente literaria gallega porque dos son sus máximos representantes quienes, por desgracia, no dejaron escuela. Alejo Carpentier fue, podríamos decir, el fundador de la Nueva Novela Histórica, García Márquez el gran renovador junto con Cortázar, Llosa y Uslar Pietri de la literatura castellana, pero Gonzalo Torrente Ballester y Álvaro Cunqueiro, los grandes gallegos de la fantasía, han sido, sólo, dos geniales francotiradores. En realidad, no es que nadie haya podido superarlos, es que nadie ha logrado imitarlos. ¿Por qué se caracteriza la fantasía realista? Por utilizar la realidad como ambientación, no al revés como sucede en el realismo mágico, de forma que lo fantástico sea el eje imprescindible de la narración. Pongamos un ejemplo (de Fragmento de Apocalipsis de Gonzalo T.B). Los dos protagonistas deciden entrar en el interior de él porque consideran que hay alguien escondido que les juega malas pasadas; él la toma de la mano y, así, sin más, penetran (no sabemos por dónde). Ya dentro, en lugar de hallar un universo de venas, neuronas, sangres y jugos, ven calles, edificios y hasta un café donde se sientan a tomar un refresco. La descripción de las calles, los edificios y el café, es de lo más realista y minucioso, lo que concede verosimilitud al elemento fantástico. La obra de Cunqueiro es pura fantasía realista de principio a fin. La de Torrente Ballester se adscribe a esta escuela de su paisano con la llamada Trilogía Fantástica (Saga Fuga, Fragmentos y la Isla de los jacintos cortados) y alguna obra posterior como La Bella Durmiente va a la escuela, El hostal de los dioses amables, Yo no soy yo, evidentemente, La rosa de los vientos y, en cierto modo, Don Juan; es decir la obra tardía del escritor. Claro, ¿quién va a imitar a un autor como Torrente Ballester, cuya novela La Saga Fuga de JB” fue considerada por Saramago como equiparable al Quijote?
      En resumen, digamos que en el realismo mágico lo extraordinario flota en el mar de lo real, aunque no es imprescindible para la trama. En la fantasía realista lo fantástico es el eje y se justifica con las descripciones de la vida cotidiana; si el lector recibe información realista sobre lo que conoce, sobre lo que forma parte de su experiencia, se le puede convencer acerca de  la verosimilitud de escenas fantásticas de la más exuberante imaginación. En lo real-maravilloso, lo fantástico irrumpe como algo natural e imprescindible.
        Creo que nadie que hoy en día se haya deslizado por la difícil senda de la narración, (¡hay gente para todo!), puede permitirse desconocer en profundidad estas tres soberbias escuelas de la fantasía que definen la literatura española de vanguardia: el realismo mágico, lo real-maravilloso y la fantasía realista.
        Espero, con estas explicaciones a vuela pluma, haber contribuido a erradicar de muchas mentes la falsa identificación de “literatura fantástica” con Tolkien, Norfolk, Hqwke, Snicket,  Gregpory Maguire, y hasta Rewling y otros muchos que escriben sobre, digamos, libros de caballerías modernos. Lo fantástico es algo muy diferente y superior a esa literatura y, no digamos, de la que fabrican por docenas los epígonos españoles de todos los citados.

        Por cierto, hay una autora inglesa que entraría de lleno en el concepto de lo real maravilloso: Susana Clark. Su obra: Jonathan Strange y el señor Norrel. Una genial autora que escribe una novela cada diez o quince años. ¿Te sorprendes, autor que deseas publicar, al menos, una obra cada ejercicio contable porque, si no, pierdes no sé qué carro? 

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